Karen, una niña de unos trece años, se vio ayer obligada a pedirle a un verdugo que le amputara los pies a causa de unos zapatos rojos embrujados que le impedían parar de bailar. Se cree que pudieron ser malditos por un viejo soldado mutilado de guerra al que no le gustó que la niña se confirmase con un calzado tan llamativo. Ella afirma que fue condenada a vagar el resto de su vida en un continuo baile por la comarca. Desesperada, tras varios días danzando por el bosque, llegó a la casa del verdugo, y éste, compadeciéndose de ella le cortó los pies. La joven acudió a la iglesia a pedir ayuda, pero se asustó al encontrar sus zapatos danzantes en el atrio. Luego, fue al encuentro del secerdote. Él la aceptó como sirvienta. La niña, condenada a no volver a la iglesia por el miedo que le infundían las zapatillas rojas, rezaba en el desván desesperada durante la misa, hasta que la Gracia de Dios, perdonó sus pecados y la llevó hasta el templo sin tener que pasar ante sus zapatos.
Redactoras Andrea Durán y Diana Eiras
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