Noelia, 1º ESO A
lunes, 27 de febrero de 2012
La tarima de cubierta cuenta el accidente del Titanic
Hace unos segundos no veía nada, pero después de que me abrillantaran y fregaran puedo ver perfectamente. Me estaban dejando reluciente, porque esa noche según rezaba el cartel que colocaron en la barandilla, harían una fiesta en honor al primer mes que los tripulantes llevan en el barco. Tras horas y horas de que el mar me estuviese salpicando, por fin el personal del barco se puso en movimiento. Empezaron a traer pesadas mesas de madera cubiertas por manteles blancos. En cada mesa había seis bandejas de plata con exquisitos manjares en ellas. Transcurrida la tarde, nadie me pisó salvo una pareja de tortolitos, que aparte de pisarme, se colgaron en la barandilla, que, muy enfadada, tuvo que sujetarlos. Llegó la noche, cada vez me pisaba más gente: las mujeres, arrastraban sus largos vestidos de cola arañándome y pinchándome con sus tacones de aguja. Los hombres me rallaban con sus zapatos, los músicos, me hacían daño con la punta del contrabajo, y miles de niños correteaban por todo mi cuerpo. La noche transcurrió así, hasta que el barco chocó contra algo que me congeló hasta las astillas. La gente, aterrorizada, vertía sobre mi líquidos pegajosos que llevaban en cacharros transparentes y los manjares que contenían las bandejas. El agua cada vez me cubría más, hasta el punto en el que la sal se me metió en lo más hondo de la madera. Nadie quedaba ya en el barco. Sentía cómo el barco se hundía lentamente hasta tocar fondo. Por eso ahora solo veo pasar habitantes marinos y el reflejo de la luz del sol y de la luna.
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