Sí, yo era aquella lámpara del salón, la que iluminaba toda la gran sala y si mis velas se apagaban, dejaban a la gente ciega como un topo. Un día se oyó un estruendo y me caí. Mi vida se acababa ahí. Pero no fui la única víctima, sino que también perdió la vida la gente sobre la que me desplomé.
Pedro, 1º ESO A
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